CARNAVAL, MÁS FÚTBOL Y CARRETERA NUEVAMENTE
Hola, queridos lectores.
Luego de las aventuras de la entrada anterior, en la que les hablé sobre algunos planes culturales a los que asistí, sobre el tour por el estadio del Colonia FC (el RheinEnergieStadion) y sobre la encantadora ciudad de Bonn, seguimos con esta aventura que me trajo hasta Europa y que, por cosas de la vida, no ha permitido que me devuelva a Colombia.
En esta entrada, les hablaré sobre tres momentos llenos de emociones encontradas. El primero de ellos es cuando asistí al Carnaval de Colonia. El segundo, cuando tomé la bici y me fui a una ciudad llamada Leverkusen. El tercero, cuando me despedí de Colonia.
Sin más preámbulos, empecemos.
Carnaval de Colonia
En alguna entra anterior les había hablado de que la ciudad entera giraba al rededor del Carnaval durante los días previos; todos los días veía gente disfrazada, así fuera un lunes a las 10:00 p.m. En Colonia se respiraba un aire distino, que se hacía cada vez más notorio a medida que avanzaban los días y nos acercábamos al inicio de esta gran fiesta.
Por fin llegó el día. 20 de febrero, 11:11 a.m. Todos los habitantes y visitantes estaban reunidos en diferentes puntos de la ciudad. Había muchos disfraces coloridos, otros no tan coloridos, algunos un poco diabólicos, otros celestiales... Todo contrastaba con todo, pero había algo que era común entre todos: fiesta y alcohol. Aquí les muestro algunas fotos de disfraces originales.
Llegué a la plaza Heumarkt a eso de las 11:00 a.m. y ya estaba llena de gente. Algunas personas ya estaban borrachas, y eso me pareció extraño, pues no es común ver a alguien bebiendo desde las 10 o antes. Por lo menos no es común para mí, que nunca había asistido a algún carnaval ni fiesta de este estilo.
El ambiente de la gente y la música que sonaba me llevaron comprar unas cervezas, pues, a pesar del frío, era necesario refrescarse y mantenerse hidratado. El conteo regresivo, visible desde una pantalla gigante desde la que también transmitían las palabras del alcalde y otros personajes, empezó. Claro, la ansiedad también creció. ¡Cinco! —gritaba la gente—. ¡Cuatro! Me imaginaba a toda la gente saltando y celebrando. ¡Tres! La ciudad está paralizada. ¡Dos! Todos contienen la respiración. ¡Uno! Esto va a ser lo más increíble del mundo —pensé—.
Damas y caballeros, damos inicio al Carnaval de Colonia. No fueron las palabras textuales, pero me imagino que algo así tuvo que haber dicho el alcalde. Hubo un pequeño grito por parte de los asistentes y, los pocos que podían aplaudir, lo hicieron; los demás nos contentamos con levantar un poco nuestros vasos y hacer el gesto de brindar. Eso fue todo. Nada de euforia al 100 % ni de ruido extremo ni de felicidad extrema, como me lo había imaginado. En realidad, debo decirlo, me sentí un poco defraudado, porque tal vez esperaba ingenuamente algo parecido al jolgorio latino. Sí, había música, pero música cuadrada, de esa que no genera deseos de bailar, a no ser que el nivel de alcohol en la sangre (latina) sea considerablemente alto. No importa, había que disfrutar, porque más tarde tenía otro compromiso inaplazable.
¿Pero qué compromiso podía tener justo el día en el que iniciaba el tan esperado carnaval?
Bayer Leverkusen
Unos días antes, mientras revisaba a qué pueblo o ciudad cercana a Colonia podía ir (en bici), me di cuenta de que Leverkusen era una opción. Busqué los sitios turísticos para visitar y la verdad es que no hay mucho, porque es una ciudad prácticamente hecha para los trabajadores de la enorme multinacional Bayern. Sin embargo, un lugar infaltable en la lista de cosas por hacer en Leverkusen es el estadio BayArena, casa del equipo de fútbol Bayer Leverkusen.
Me llamó la atención, porque tal vez podría hacer un tour parecido al que hice en el estadio del Colonia FC, así que ingresé a la página del equipo. Una de las primeras imágenes que aparecían en la página era la promoción del juego por Europa League contra el FC Porto, pero no le presté mucha atención, porque supuse que la entrada, debido a la instancia de la competición y la calidad de los equipos, sería demasiado cara. No obstante, en mi interior sentía que debía seguir buscando y cotizando, porque tal vez habría alguna entrada económica.
Y así fue. Me siento muy afortunado por haber encontrado una entrada tan económica para un juego como el que se jugaría el jueves 20 de febrero. Además de la boleta para el partido, compré otra para hacer el tour por el estadio, que, los días de partido, se realiza dos horas antes de que abran las puertas. El partido era a las 9:00 p.m., las puertas del estadio las abrían a las 7:00 p.m. y el tour era a las 5:00 p.m.
Como se pueden dar cuenta, ese 20 de febrero inició el carnaval y también había partido. En mi plan de turista y de querer aprovechar lo máximo posible, decidí asistir al carnaval hasta la 1:30 p.m. y salir hacia Leverkusen en la bici, pues es una ciudad que está a una hora y media de Colonia, más o menos; no mucho, comparado con las tres horas que me tomó ir hasta Bonn. Arranqué.
La carretera estaba bien, aunque tuve que pasar por algunos bosques. Sabía que sería un poco difícil en la noche, cuando me tuviera que devolver. Cuando llegué, empecé a buscar otros sitios turísticos que había visto en internet. No me parecieron lindos y la ciudad tampoco. Casi no había gente y parecía una ciudad fantasma, gris, sin cosas interesantes por visitar más allá del estadio. En definitiva, una de las ciudades menos interesantes que haya visto; lo siento, Leverkusen.
Sentí que estaba un poco perdido y aburrido, porque no había nada abierto y aún me faltaban casi dos horas para empezar el tour. Dejé la bici en un lugar cerca al estadio y entré al McDonald´s que está justo en frente del estadio; era lo único interesante. Tenía hambre y quería comerme una hamburguesa de ahí. Además, hacía bastante frío y quería calentarme un poco. Me caía de sueño; los ojos y las piernas me pesaban, porque ese día había empezado temprano y la exigencia de la bici también decía: "¡Presente!"
Al fin, luego de casi dos horas de espera impaciente, llegó el momento de hacer el tour. No recuerdo si les dije que el del RheinEnergieStadion (del Colonia FC) fue en alemán, pero muy divertido; este del BayArena fue en inglés, pero un poco aburrido. Creo que no es una buena idea hacer un tour por un estadio en día de partido, porque hay zonas que no están habilitadas y se siente un cierto afán por parte del guía para terminar rápido. En todo caso, tomé unas fotos mientras el recorrido:
Luego del tour, volví al McDonald's, porque no podía quedarme dentro del estadio, pero esta vez no me podía dar el lujo de comerme otra hamburguesa, no porque no quisiera o estuviera haciendo dieta, sino porque los pocos euros que me quedaban para el resto del viaje se reducían rápidamente. Esperé con tantas ansias y tanto cansancio a que fueran las 7:00 p.m., que me pareció eterna esa hora y cuarto.
Poco a poco empecé a ver más aficionados de uno y de otro equipo. Unos iban y otros venían, como si no tuvieran un rumbo; eso sí, nunca un solo problema entre aficionados rivales.
Cuando abrieron el estadio, entré, pero me encontré con la sorpresa que no podía ubicarme en el asiento, porque solamente habían abierto la zona de comidas; las gradas abrían a las 8:00, lo que significaba otra hora de espera interminable.
Decidí entonces flexibilizar mi política de austeridad para comprar unas papas fritas y una cerveza y poder decir con orgullo que había comido papas y cerveza al interior de un estadio alemán, pero no fue posible. No sé si sea en todos los estadios, pero al menos en el BayArena no reciben pagos en efectivo. Para poder hacer compras, hay que tener una tarjeta especial y, si no la tienes, debes alquilarla por 10 o 20 euros, no recuerdo bien, y, además del alquiler, debes recargarla con el monto que necesites para hacer tu compra. Una vez finalizado el partido, vas al sitio, devuelves la tarjeta y te devuelven el valor del alquiler. Después de saber que debía hacer todo eso para comerme unas simples papas con una cerveza, cambié de opinión.
El partido inició y fue muy lindo verlo desde una perspectiva imparcial, aunque un poco más hacia el lado del Porto, porque hay varios jugadores colombianos allí. Lástima que perdieron esa vez.
Mi ubicación era en una esquina, como en oriental sur, en la última bandeja. En realidad, creía que no iba a ver nada, pero me alegré cuando me di cuenta de que no era así: veía todo muy bien: a las barras bravas del Porto, a las del Leverkusen, a los jugadores, a los entrenadores... Además, como estaba en la última bandeja, la más alta, el techo me brindaba respaldo en caso de que, como ocurrió, lloviera. Llovió mucho durante gran parte del juego. La gente que pagó más para estar más cerca, se mojó, mientras que yo, que no pagué casi nada, no me mojé (al menos durante el juego). La vida es así.
Hacía demasiado frío; pese a que tuviera la ropa térmica, la chaqueta y una bufanda, estaba temblando del frío. Temblaba también por el hecho de saber que debía irme bajo esas condiciones climatológicas, en bici, hasta Colonia una vez se acabara el encuentro, es decir, a las 11:00 p.m. Una cosa era que el partido se acabara a las 11, y otra era la hora a la que estaría partiendo de vuelta a Colonia.
El partido se acabó y el resultado fue favorable al equipo alemán. Eran las once pasadas y me dolía todo el cuerpo debido al frío. Me costó bastante bajar las escaleras del estadio, porque tenía las rodillas entumecidas y el temblor del cuerpo no me dejaba moverme con normalidad. Agradecí no haber alquilado la tarjeta, porque me hubiera tomado más tiempo salir de ahí. Como pude, llegué al lugar donde estaba la bici y me disponía a montarme en ella para iniciar mi camino hacia Colonia, cuando empezó a llover de nuevo. Eran cerca de las 12.
Además del frío, venteaba mucho. Me puse la capa para la lluvia. Tenía que estar mirando constantemente el celular. La capa hacía que el viento me frenara, como un paracaídas que frena a los carros Dragster. La pantalla del celular no funcionaba correctamente, porque tenía las manos frías; más que frías, diría que en un estado cercano al congelamiento. Me perdí, muy perdido. Me enfurecí. El mapa me mostraba una ruta, pero al mejor estilo de película de terror, en ese lugar solo había un montón de rejas y anuncios metálicos que rechinaban movidos por el viento. La capa no me cubría todo el cuerpo, entonces estaba mojado desde los muslos hasta los pies. Pasé por lugares, como les digo, dignos de una película de terror: parques abandonados a la oscuridad, la lluvia y el viento; paraderos de camiones; bosques que parecían embrujados; un puente que atravesaba el Rin, pero que tenía muros altos que no permitían ver hacia la carretera (lo cual lo hacía más oscuro) y paneles transparentes hacia el lado del río. Me pareció interminable ese puente y todo el camino, desde que salí de Colonia hasta que regresé.
Después de mucho pedalear, de luchar contra el viento, la lluvia y la oscuridad, de perderme por un sitio al que no quisiera regresar y con la batería del celular casi muerta (menos mal no se me apagó, porque les juro que no hubiera sabido qué hacer), llegué a Colonia cerca de las 2:00 a.m. Comí algo y caí en un sueño profundo, que me sirvió de preparación para el día siguiente, que lo dedicaría completamente a disfrutar del carnaval. Sin embargo, no les hablaré más del carnaval, porque, aunque tengo historias interesantes, no quiero recargar este blog con esas experiencias.
Mis últimos días en Colonia giraron en torno al carnaval, así que no hay nada más que contar.
Adiós, Colonia
Estaba ansioso por emprender mi nueva travesía que me llevaría hasta Madrid, pero, antes de eso, quería pasar un día en Múnich, junto a un amigo, quien me brindó la oportunidad de hospedarme por una noche y mostrarme la ciudad durante el día. ¿Se acuerdan de que el pasaje en bus desde Útrecht hasta Colonia me costó solo 5 euros? Pues el pasaje desde Colonia hasta Múnich me costó solo 1. Imagínense pagar 1 euro por un viaje de nueve horas, más o menos. Este es el momento en el que todavía no entiendo cómo funciona esa empresa; lo que importa es que el 26 de febrero, día en que se terminaba el carnaval, a las 11:00 a.m. arranqué, con mi equipaje completamente lleno y la maleta delantera pesada por los dulces y la botella de Jägermeister.
Como les conté al inicio de esta entrada, estos tres momentos generaron emociones contrastantes. El carnaval, aunque no fue lo que esperaba, no lo pasé mal. Leverkusen, aunque haya sido una de las experiencias más duras, disfruté al máximo del partido y del estadio. Por último, el adiós a Colonia, que, aunque hubiera sido mi casa durante solo un mes, me dejó tantos aprendizajes y momentos buenos y malos.
No quiero continuar con sentimentalismos, así que dejo la entrada hasta aquí y los invito a estar pendientes de la sexta parte del viaje, en la que les hablaré sobre mi tiempo en Múnich y el viaje a Madrid.
Les deseo mucha salud y les mando un abrazo. Hasta una próxima entrada.
Mauricio Téllez G.